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Intervención de Idoia Mendia en la presentación del libro "La izquierda vasca"

Intervención de la Secretaria General del PSE-EE, Idoia Mendia, en la presentación del libro “La unión de la izquierda vasca”

Donostia-San Sebastián, 12 de marzo de 2018

 

Egunon guztioi. Eta mila esker, Sara, Gaizka, aurkezpen honetara ni gonbidatzeagatik.

Estamos en una semana de celebración de la suma de izquierdas. Una semana para recordar que cuando más fuertes han sido los derechos de la ciudadanía es cuando la izquierda deja de mirarse de reojo, y aúna esfuerzos. Y este libro es un relato especialmente preciso que define esa evolución de las fuerzas de progreso en Euskadi.

Es un relato sincero y sin filtros. Un relato que no oculta las dudas, los temores, o los recelos. Y un relato que recuerda lo que se puede conseguir cuando se superan esas desconfianzas y se ponen en común las banderas principales que deben guiar a las izquierdas: las de la igualdad, la solidaridad, la libertad, la pluralidad. Las banderas que lleva en alto el Partido Socialista en Euskadi desde que empezó a organizarse hace más de un siglo para transformar la sociedad de entonces, las que sirven para transformar el presente y las que serán imprescindibles para prepararnos ante los retos del futuro.

Y hago alusión expresamente a las banderas que nos identifican, y a las que identifican muy en concreto esta convergencia, porque precisamente las banderas habían sido excusa para separarnos durante demasiados años. Me parece un dato muy revelador que también se explica en este libro.

Es significativa esa parte que alude a los temores que empezaron a atenazar al nacionalismo gobernante cuando se produjo la convergencia. Esa virulencia verbal que hubo contra Mario, el hombre que supo conducir a la democracia a una parte sustancial de la juventud vasca y que, sin embargo, era despreciado por quienes le debían un reconocimiento por aquella tarea.

Y ese tono sectario que utilizaba el sentimiento, el término “español”, con ánimo injurioso. Sí, el sentimiento como insulto, como último acto desesperado por quienes veían que aquel proceso de suma dejaba en evidencia que se puede ser netamente vasco sin ser nacionalista. Y que desde esa convicción era posible construir alternativas desde la izquierda.

Mario Onaindia lo describió con su claridad habitual: el PNV, que sólo había visto peligrar su poder por su propia escisión debido a cuitas internas, asistía con enorme frustración a la perspectiva de perder su posición de partido mayoritario y hegemónico. Porque tras haber ganado varios comicios, tras haber llegado a contar con más número de escaños en el Parlamento Vasco, el socialismo hasta entonces no había podido liderar el Gobierno de Euskadi. Pero la unión de fuerzas de izquierdas hizo temblar la hegemonía institucional del nacionalismo.

Es verdad que tardó en llegar. Pero la decisión de Euskadiko Ezkerra en 1993 y la voluntad de quienes estaban al frente del Partido Socialista de Euskadi hizo que se aclarara el panorama para el electorado.

En su derecho estaban y están de votar fuerzas nacionalistas o fuerzas de izquierdas. Pero eso era lo que se les iba a poner delante: una adversativa. O lo uno o lo otro. O los derechos nacionales o los derechos sociales. O las patrias o la ciudadanía. Y una u otra opción eran reconocibles como profunda e igualmente vascas.

Pero había además otra circunstancia que supo incorporar aquella convergencia. Mientras el nacionalismo seguía anclado en nichos tradicionales, el Partido Socialista de Euskadi y Euskadiko Ezkerra supieron engarzar las dos visiones de las que partían: el obrerismo clásico y las nuevas fuerzas sociales que estaban surgiendo.

Porque la década de los 90 era aquella en la que estaban expandiéndose en todos los ámbitos de la sociedad vasca los nacidos en el boom demográfico del pasado siglo.

Salían de las universidades los primeros hijos e hijas de obreros que habían podido llegar al máximo en educación gracias a la explosión de democracia y derechos impulsados durante los Gobiernos socialistas.

Los euskaltegis se llenaban de personas que no habían podido estudiar antes en euskera, muchas de familias procedentes de otros sitios de España. El asociacionismo, el ecologismo, el feminismo, el antimilitarismo habían asentado una voluntad de construir una Euskadi más social.

La Educación, la Sanidad y la Administración públicas estaban en manos de toda esa nueva generación encargada de desarrollar la autonomía conquistada por sus mayores.

Y hubo un tercer factor que se explica también en el libro. Un factor determinante y nuevo. A finales de los 80 había comenzado la protesta civil silenciosa para denunciar el terror, viniera de donde viniera. Una resistencia cívica a quienes pretendían imponer mediante la violencia un país monocorde y uniforme en una sociedad plural y diversa. Un movimiento sin marca partidaria que se sumaba a la resistencia y denuncia de ETA que habían estado encabezando el socialismo y sus cargos públicos y que coincidía también con la apuesta inequívoca de Euskadiko Ezkerra por la paz y la libertad en Euskadi.

La convergencia respondía así a esa mentalidad desprejuiciada en sentimientos e identidades y desde una voluntad de levantar una nueva Euskadi sobre principios de justicia social, solidaridad, igualdad y libertad. Los resultados electorales de esa apuesta fueron desiguales, y probablemente haya quien prefiera quedarse con ese dato. Pero lo cierto es que esa visión es la que se ha acabado imponiendo en el conjunto del país.

Euskadi berri bat eraikitzea. Horixe izan zen bateratzearen xedea.

Eta bi alderdiek defendatu zuten proiektua da gaur Euskadin ezarri dena.

Euskal gizarte libre bat. Zerbitzu publiko indartsuekin. Herritar guztien berdintasuna bermatzen duena.

Alderdi Sozialistak eta Euskadiko Ezkerrak bat egiteko zituzten arrazoiak dira nagusi gaur egungo gizartean.

Eta hortxe dugu irakaspen garrantzitsu bat.

Eskubide sozialak lortzea eta defendatzea ez dela erraza. Eta hobe dela elkartzea, bakoitzak bere bidetik joatea baino.

Orain dela hogeita bost urte ezkerrak batu ginenean, herri honek inoiz ez bezala aurrera egin zuen. Alderdi Sozialista izan da historikoki ezkertiar ororen etxea.

Eta gaur egun ere, Alderdi Sozialista da berdintasuna, askatasuna eta solidaritatea defendatzeko elkargunea.

Veinticinco años después, frente a escépticos, temerosos, y recelosos, vivimos en la Euskadi libre en la que pensaban Onaindia, Bandrés, Jáuregui y Txiki. La que tuvimos oportunidad de liderar hace dos legislaturas. La que hemos tenido oportunidad de construir en todos sus servicios públicos en colaboración con otras fuerzas. La Euskadi con mayor desarrollo de su historia, sin amenazas por sentimientos, con las identidades integradas, con toda su organización institucional orientada a las preocupaciones de la ciudadanía.

Los valores que inspiraron la convergencia son los que han ido impregnando a toda la sociedad, la que ha hecho modular posiciones a los adversarios políticos, la que ha reconducido la Euskadi de las trincheras a la Euskadi de los acuerdos.

Y mi lectura de todo este proceso y de este libro concluye con una reflexión. Ahora que hemos logrado esa conquista, se nos reconozca o no el protagonismo, asistimos a los ataques de toda esa arquitectura del bienestar. Merece la pena que las nuevas fuerzas que nacen en el espacio progresista se lean bien esta lección del pasado y tomen nota ante lo que se nos presenta para el futuro.

Que no fue fácil nunca el camino para conquistar derechos, pero que conservarlos y ampliarlos va a necesitar sumar, no dividir. Que nunca han sido más fuertes los vascos y vascas que cuando la izquierda influye en la toma de decisiones. Que nunca se ha cambiado tanto la historia vasca como cuando esa izquierda pudo liderar el país. Que siempre ha habido una casa común que ha albergado y empujado los valores de la izquierda que lleva las siglas del Partido Socialista que suma las de Euskadiko Ezkerra.

Y que ése es el espacio llamado a seguir sumando a quienes comparten esa misma aspiración de progreso, solidaridad, igualdad y libertad.

 

Muchas gracias.